miércoles, 30 de diciembre de 2015

Me renuncio

No hay invitación que me ponga en más aprietos que esa que nos encontramos en redes sociales y otras páginas web: “escribe una breve descripción de ti”.

¿Soy atea? no como tal, ¿agnóstica? tal vez, ¿poliamorosa? pues ya no me parece lo más cool del mundo, ¿feminista? seguro que tengo algo de eso; ¿psicóloga? mmm… pues la Psicología es lo que hago, pero no es mi identidad, ¿Alejandra? es una referencia, sí, ¿mexicana? cierto, nací en México y mis raíces son bellísimas, pero me identifico con países del medio oriente.

Podría nombrar muchas más cosas que se supone que soy o que se supone que siempre seré.

Incluso inflaba el pecho o aún sigo pavoneándome por ideologías que según el Oscuro Déspota me colocan en un nivel moral elevado. Pero salgo de mí misma, me observo y me parece ridículo.

Creo que he pasado por varias etapas: en la adolescencia pensaba que no había algo que me atara más que la religión, después eran los patrones familiares, hasta hace poco el amor romántico y unos meses atrás el desgraciado Estado opresor. Va… los rechacé y decidí vivir de distintas maneras (por supuesto con fallas en el intento, así como con sus muchos aciertos). Surgía así como un nuevo ser una mujer que se reía de todo y de las personas que aún no se liberaban.

Entonces la batalla se volvió otra: hay que demostrar que soy una mujer libre que tiene sexo cuando quiere, que puede amar a dos personas a la vez y no siente celos, que rechaza en su totalidad la religión y que debía ser políticamente correcta gritando por todos lados que “fue el Estado”.

Dicen que es mejor eso que lo otro… mmm, puede ser. Pero salir de una armadura que te constriñe para querer construir otra tampoco es la gloria en la tierra.

No sé qué entendía por reputación. Tal vez pensaba en el empresario, político o algún riquillo que ensayaba sus sonrisas para los spots, revistas o periódicos. Después descubrí que el gurú espiritual y el activista político buscan incluso la muerte para ser alabados. Pa’l caso ¿no es lo mismo?

¿Soy distinta? no. Generar una reputación es algo que da cierto placer ¡pero cómo cuesta! Sobre todo cuando para salvarme y sanar hay que hacer lo opuesto a lo que dije públicamente ayer ¡se me cae lo que dije que era y me quedo sin nada!

Esa vida liberal que soñaba de adolescente ahora resulta no ser tan atractiva, por la sencilla razón de que hacer lo opuesto no significa exactamente liberarse, sino escoger otra celda. Y no… no hablo de que me hace falta dinamitar el maldito heteropatriarcado que aún me coloniza volviéndome queer, poliamorosa, anarquista, feminista, lesbiana o más de eso. Hablo de que todo se puede convertir en un dogma y una máscara. Todo puede ser falso, ser una exageración, una religión… sobre todo cuando estoy interesada en demostrar que soy interesante, indiferente, especial, ordinaria, peculiar, aburrida o lo que sea que quiera que vean los demás. Es una carga espantosa. 

Lo que necesitaba de adolescente no lo necesito ahora, por lo tanto el ateísmo ya no me funciona igual, aunque aún sea una referencia importante. Ahora me interesa el sufismo, pero eso no quiere decir que sea sufí y que dentro de 10 años siga siendo mi camino, pero eso no quita que en este momento sea importante.

Ahí está la otra etapa en la que me percibo en este momento: renunciar con lo que me identifico, a lo que creo que soy, decir hoy una cosa y después otra… total ¡no he firmado contrato para ser predecible!

¿Inestabilidad? Quién sabe. Solo sé que eso de renunciar incluso a mi misma es sumamente tranquilizador. 



lunes, 28 de diciembre de 2015

Nada

Foto: Tim Walker

Antes de ti el vacío,
de ti,
y de todos.
Y el engaño.

Ni el gato esperando,
ni el agua,
ni la cama,
ni el colchón.

Ni tú ni nadie.

Después la culpa, el enojo o las ganas con tus buenos días sin ganas.

El escritorio con papeles,
El tiempo sin tiempo,
El encuentro sin sustancia.

Los labios de él y ella sin huella.

Aquí las lágrimas,
Aquí el tener y no querer,
El querer y no tener.
El no tener realmente.

El vacío.

El descubrimiento del año

La epifanía del año: acostarme teniendo claro que no tengo motivos para sufrir y sentir que la vida no tenía sentido. O dicho de otro modo, darme cuenta que necesitaba del conflicto para sentirme viva.

Ya sabe, lector, los truquillos que unx aprende de niñx para sobrevivir: victimizarse para obtener la atención de lxs demás.

Pero ya no funciona. He simplificado mi vida para solo ocuparme de las situaciones presentes y el pasado se está quedando en su lugar, cada vez cargo menos de él. Así que me estoy obligando a dejar de patalear como niña y, así, no me quede otra opción más que utilizar mis auténticos recursos sin la necesidad de la reafirmación externa.

Es una tranquilidad que no conocía y aun me desconcierta. Era como si viviera buscando tempestades para demostrar que era una navegante-heroína y que a falta de ellas me revolcara en cualquier ola. Pero ese personaje ya estaba cansado de tener las tempestades dentro.

“Lo que buscas te está buscando”, dice el hombre Homa. La tranquilidad me ha encontrando antes de que yo supiera exactamente qué hacer con ella. “Confía y actúa”, dice. Aun no sé exactamente cómo es vivir sin la máscara de la víctima de la circunstancia, porque se me desbarata entre las manos y me siento vulnerable, lo cual es perfecto.

No hablo tampoco de esa actitud pendeja de sonreír pese a todo, solo digo que necesito dejar de encontrar el “pero” a mi vida pese a todo: pero no sé, pero no puedo, pero soy insuficiente, pero la culpa es del otrx, pero la culpa es de mis padres, pero yo soy la que más sufro… ¡oh, tengan consideración!

Esa imagen se va junto con las tempestades imaginarias. Se disipa como las nubes. Ya no seré mi mayor lastre.

Ella me espera.



lunes, 2 de noviembre de 2015

La pior - Daily news: me quedé sin pretextos.


Ya lo había compartido hace poco: durante dos semanas estaba llena de enojo todo el día y con pesadillas por las noches. Hablé con un amigo que quiero mucho y me di cuenta que ese enojo era berrinche porque las cosas no salían como yo esperaba. Al siguiente día me sentía más tranquila, pero hay circunstancias que se pueden arreglar pronto o no son tan significativas y vuelvo a enojarme como si hubiera sido tremendamente ofendida.

No solo es enojo, es frustración, miedo y vacío. No miento, están ahí y estoy segura que no son nuevas. No… su aroma es rancio.

¿Por qué los siento como nuevos? ¿Por qué creo que son nuevos?

Pretextos. Es lo primero que cruza mi mente.  

Nada nuevo qué contar: todas esas emociones difíciles las trataba de cubrir en relaciones afectivas y con el sexo. La gran diferencia es que ya no tengo esos distractores, pero todo eso tan difícil de encarar sigue ahí.

Ya trabajé para quitarme pretextos, ahora parece que pataleo para encontrar otros, pero no me sale, me equivoco y tropiezo en mí misma de maneras estúpidas.


Me alejé de mi enemigo, de manera consciente elegí no distraerme de nuevo, ya no hay quien me salve. Yo misma me puse entre el espejo y la pared.

No queda más que rendirme a lo peor de mí. Ya no tengo pretextos. 



sábado, 24 de octubre de 2015

Confiar

Hoy lo he aprendido. Hoy lo he comprendido.

Le compartí a mi amiga que tanto quiero esas dificultades más profundas de mi adolescencia: desolación, culpas, tristezas, cargas y desconsuelos.

Creo que no es nada nuevo para ningunx de ustedes decir que todos esos vacíos traté de cubrirlos en mis relaciones de pareja, buscando el reconocimiento de la gente o llenándolos con comida, una de mis mayores debilidades (ha sido más fácil decirle no al sexo que a los tacos). Dudo que a alguien no le ocurra todo esto.

Lo distinto ahora no es ni siquiera aprender dármelo a mí y no buscar en otrxs eso que no tuve de niña ni en la adolescencia. Creo que en todos estos 25 años sentía que eso que me hacía falta eran entes o espíritus ajenos a mí que estaban por ahí volando en el universo y que mi misión era encontrarlos. Sí, ha sido todo un proceso de búsqueda y también es reiterativo compartirles que el lugar de exploración fue dentro de mí misma.

Pero ¿qué pasa cuando no creciste con ese apoyo, amor, consuelo y empatia de tus padres, hermanos, amigos o profesores? Nadas hacia las aguas profundas y ves todo negro. Veía todo negro, había nada. ¿Cómo puedo encontrar en mí lo que no recibí?

Pero engancharme de esa pregunta era seguirme aferrando al exterior, era creer que los demás tenían la obligación de dármelo; y si no lo hacían me convertía en una pequeña niña egoísta que no daba hasta que no cumplieran mi berrinche de resolver mis necesidades.

Sí, me he visto como una niña berrinchuda, desconsiderada y egoísta que cae mal, pero en el fondo sí he estado herida porque anhelo eso que no me dieron en algún momento.
¿Cómo lo recupero ahora? ¿Cuál es ese primer paso?

Ya lo han dicho: dar.

Tarot Osho
Ese es el paso que me ha costado. He tenido que hablar y consolar a la niña, así como reconocer que ya soy grande. La niña enojada me ha dicho “¡cómo es posible que yo dé primero si los demás tienen la obligación!” y yo le he dicho ya varias veces “confía”.

Poco a poco la niña y yo vamos haciéndolo. 

Hoy está feliz, también la adolescente.

He aprendido a consolar, abrazar, amar, confiar y a apapachar.... y entonces ahí está la respuesta: si soy capaz de darlo es porque nunca carecí de ello. En realidad estoy llena de eso.

Entonces me colma un gran gozo. Me siento capaz de jugar, saltar, correr y aventarme al vacío, porque siento cómo la existencia me protege.

Y así mi noche.


Lxs amo. Me amo. 

jueves, 22 de octubre de 2015

La historia de mi anillo de compromiso

Lo que muchxs esperaban y querían que fuera (o sea) de mi vida ha sido al revés. Casi caigo en la trampa del matrimonio, la monogamia, ser madre, ser condescendiente, complaciente, sumisa y, aunque fue una etapa bonita, viví en pareja, aunque no lo volvería hacer. Son decisiones que pocos entienden y no me importa, pero se agradece cuando alguien lo hace.

En este tenor de quebrar los rituales y tradiciones, está el que más entusiasma a muchas mujeres: recibir el anillo de compromiso. El único que he recibido no fue cuando me iba a casar, tampoco tiene una piedra de valor ridículamente inflado, no hubo mariachi o cena romántica, sino que lo recibí de la mejor persona, manera y circunstancia que me pudo dar la existencia.

Él estaba a punto de regresar a Colombia después de venir a México. Estábamos en la casa de una tía y no recuerdo qué suscitó que él tomara un anillo de plata que yo solía utilizar desde ese entonces y, como quien promete ante el altar, me preguntó si juraba serme fiel a mí misma, auténtica en lo próspero y en lo adverso, cuidarme en la salud y en la enfermedad, sin dioses, sin hombres, sin madre, padre o sociedad de por medio.

Nunca nadie me había propuesto aquello de manera tan explícita y lo atesoro como una de las mejores experiencias de mi vida.  

Seamos sinceros, cuando somos auténticxs y elegimos compartir la vida con otrx que también lo es, es asumir también que nuestros caminos no serán los mismos siempre, pero lo esencial está ahí: amar al árbol, no solo al fruto.

Cumplo el compromiso no porque se lo prometí a él, juré para mí porque me amo; eso lo tiene muy claro y lo mejor es que no hace pataletas por eso. Sabe que lo amo por quien es, porque admiro su esencia y su proceso a través de estos años. Es así, contemplativo, no deseo arrancar ni un fruto de él si es que no quiere darme uno por su cuenta. Si es otoño o invierno con él, no me parece menos hermoso, porque sé que la vida del árbol no está en su follaje, sino en el ciclo que lleva año con año y que la vida fluye desde la raíz hasta la punta de las ramas.

Y lo valoro porque me ha enseñado que el amor eso: contemplar, admirar y cuidar de un árbol sin modificar su crecimiento.

Años de conocernos, años de elegir compartir de manera consciente y respetándonos profundamente.

No fueron palabras que se las llevó el viento, todo esto han sido hechos que me recuerdan que el amor se construye respetando la integridad.


Gracias por existir. 



lunes, 19 de octubre de 2015

La pior - Daily news: placeres culposos.

Es de madrugada, tengo hambre, escucho música y siento que voy a extrañar el reallity show Master Chef México. Eso me remitió a los placeres culposos de la vida: una hamburguesa de Burgen King, una canción de banda y un programa de TV Azteca; pero hay otros más peligrosos y justo ayer le contaba a un amigo unos de mis peores gustos desde que tengo memoria: la tristeza y el berrinche.

Ilustración: Franz von Bayros
Duré una semana con un pinche enojo que no me dejaba en paz: me despertaba enojada, comía enojada, le pagaba a la señora del pan enojada y hasta me desquité con un ex. Yo pensé que el maldito heteropatriarcado era lo que me tenía mal y ya me estaba armando con dinamita para hacer explotar a todx ser que pretendiera colonizara mi cuerpo. Pero… ¡aja já! ¡qué maravilloso es el berrinche que hasta uno mismx se cree lo que se inventa! La verdad es que estaba tan enojada de que no me salieran tan bien las cosas que quería ser víctima para que los demás me sacaran de apuros.

Bueno, pues ya saben que esto no puede tener final feliz. Yo me canso, los demás se cansan y ahí siguen los problemas.

Ahora, sobre la tristeza, no sé, es una fijación extraña y que disfruto. No solo la comida se disfruta agridulce, pero ¡carajo! dice el budismo, el sufismo, el/la psicólogx y el eneagrama que no está bien. ¿Cómo desaprendo algo que tengo desde que recuerdo? Desde niña disfruto hacerme de historias tristes en mi mente, es como si fuera ya un condimento en mi vida.

Así como la nostalgia puede ser materia prima para las creaciones, también es terrible cuando constantemente siento que algo me hace falta en la vida. Algo que siempre está detrás de una nube que no logro atravesar. No quiero vivir siempre en el anhelo. ¡Bendita y maldita paradoja de la dulce tristeza!

Ya me dio más hambre por pensar en estas cosas. 


lunes, 28 de septiembre de 2015

Y dejando de ser políticamente correcta...

Autor: Niyaz Najafov
Pasé de largo la marcha. Nunca he marchado para pedir justicia por los 43. ¿Qué ha cambiado en este año? ¿qué sigue igual? Antes no marchaba por miedo y ahora no lo hago porque en el fondo sabía que unirme a los manifestantes y encender velitas era purgar mis culpas.  También ahora puedo decir explícitamente que sentía miedo y culpa, las cuales no pretendo explicar ni justificar, en el sentido de que no me interesa que no me juzguen o comprendan,  esfuerzo que hubiera hecho hace un año con tal de no desagradarles.

¿Despertó algo el evento? La mayor parte del tiempo solo percibo que tenemos 43 nuevos mártires. ¡Pobres! Dudo que hayan querido morir por la patria, o tal vez algunos y otros no, no lo sé. Yo sé que no quiero ni pienso unirme a una causa en la que tenga que morir por la patria, no me interesa ser mártir ni santa. Antes de mudarme al DF, los buenos tapatíos, esos que creen conocer el DF porque han venido dos días y se han paseado por la Alameda y el Zócalo (y muchos ni cerca de aquí han estado) me juraban que los chilangos eran unos desgraciados. ¿Sabían que lo peor que me ha pasado aquí en el DF es un supuesto activista y defensor de derechos humanos que es de otro estado? Seguro ahí está en la marcha desgarrándose las vestiduras y saldrá de ella alardeando de nuevo su majestuosa lucha social. Tal vez él quiera ser un mártir.

Dicen que se siente la unión de los mexicanos ahí. Tal vez, no quiero investigar y ya no me interesa, no en ese contexto. Me alegra y admiro a quienes están en esa lucha sin que les importe la respetabilidad y la reputación, y mucho más a los que aceptan que gustan de ello pero son autocríticxs para no apartarse de lo que es esencial; pero sinceramente me parece injusto llamarle “cobarde” a quien no ha elegido ese camino de la lucha política y el activismo ¿es un deber?.

Hace unas horas un amigo me compartió “Lo que salva al mundo” de Borges. Liberarse cuesta, no siempre una detención o una muerte, también abandonar batallas y luchas que no son de unx; así me he podido concentrar en las que me corresponden y he elegido. Añado que la coherencia y congruencia salvan el mundo.

Me siento más decepcionada de las relaciones humanas que hace un año, no porque me parezca que la gente sea diferente, más bien dejé caer el talón que ocultaba mis trampas. He visto una parte de la realidad porque me sumergí en mí. Duele, me siento más libre porque dejé ir a personas, trabajos y circunstancias que me dolían aún más. No es lo idóneo, no es lo que deseo para mí ni para nadie, pero así es, la realidad es así y tuve que hacerme justicia sin la necesidad de marchar para sentir que lo hacía para otrxs cuando la necesitaba para mí.

No quiero, no me interesa y me parece inútil en cierto sentido reclamarle justicia a un gobierno al que cínica y evidentemente no le interesa, así como no le iba a rogar al estafador de derechos humanos que no me violentara cuando lo que pretendió hasta el último momento era violentarme. Me defendí, me cuidé y me alejé. Cada vez le agarro más cariño a eso de la autonomía y autodeterminación en todos los sentidos. No me interesa que papá Dios, papá biológico ni papá gobierno, o cualquier ente, sujeto, dogma, religión, institución, ismo, ley o lo que sea, decidan sobre mí o sobre todxs como si fuéramos niñxs que no saben autorregularse (y me da aún más tristeza la sed de un mesías que nos salve). Le tengo más cariño a eso de cuidar sin sobreproteger, a eso de acompañar sin estorbar, a eso de vigilar sin reprimir, a eso de enseñar sin adiestrar, a eso de sembrar y al mismo tiempo preparar las alas. Pero no sé si eso salve a México, no soy experta en eso.

Aun no me queda claro lo que es la solidaridad. No creo que sea solo una marcha. No sé si las personas sabemos lo que es la solidaridad y la justicia. No sé si realmente queremos ser independientes cuando hablamos de no ir al Zócalo o a cualquier plaza pública el 15 de septiembre. No me queda claro porque no lo veo en el cotidiano.

El cotidiano: tangible y lo llenamos de fantasía. Tal vez es más cómodo llorarle a los 43 que llorarle a nuestrxs muertxs internos. Pero ahí están, se lamentan y a veces me ensordecen. Lxs escucho en el hombre que golpea a su esposa, en la mujer que violenta a otra mujer, en la pareja que se sabotea mutuamente, en el sermón condenatorio de los moralistas, en el niño que golpea a su perro, en lxs maestros que violentan a sus alumnxs, en la cara del presidente, en el que ofende al otrx por no elegir la misma lucha, en el sujeto que me mira lascivamente... y así puedo nombrar tantos ejemplos de los muertxs que cargamos, a los que no damos santa sepultura y están ahí putrefactxs, pidiendo justicia. NO están desparecidxs. Incluso estoy segura que hay resurrección para tantx que creíamos muertx.

¿Qué pasa si dejamos de ser políticamente correctos? De todas maneras la mierda se nos desborda cuando no la limpiamos y la depositamos donde va. Pretender ser políticamente correcta siempre es como ponerle perfume a esa mierda.

No, no estoy en la marcha. No, no me indignan más o menos los 43, no han sido semillas para mí, pero sí un espejo que deja ver lo podrido de esto. No, no lo merecen. No, no nos merecemos esto. Pero por algo el país y lo cotidiano siguen oliendo a mierda. 

26-sep-2015

lunes, 13 de julio de 2015

Cañaveral de polipasiones: poli-ilusiones rotas.

Queridxs todxs, pero sobre todo poli-iniciadxs:

Si tú como yo comienzas el sendero poliamoroso creyendo que ahora sí las relaciones las vivirás como quieres, que te olvidarás de esos horripilantes problemas monógamos y tendrás la dicha de estar en tu trieja soñada, tengo que advertir, con todo el dolor en mi corazón, que lo más seguro es que sea muy distinto de como lo crees, y muchas veces no para bien.

Al estar en el altar o en el registro civil para contraer matrimonio, puede que las personitas no se crean la epístola de Melchor Ocampo o todo lo que sermonea el sacerdote sobre la vida en pareja, pero por algo están ahí invirtiendo su dinero, energía, recursos, paciencia y quien sabe qué otras cosas en todo ese ritual: irremediablemente existe la expectativa de que ahora sí es para siempre y no como en la reación-blooper anterior

¿Te confieso algo? al iniciar en este mundo poliamoroso, aunque critico esas costumbres y tradiciones que me parecen inútiles o jodidas, me encontraba en una situación similar: estuve frente al altar de todo aquello que soñé y ahora podía vivir sin que nadie me restringiera. Además, con plena seguridad digo que no somos pocxs los que iniciamos con esa esperanza.

Compartiendo mi vida poliamorosa con curiosos sobre el tema, más de unx me ha expresado algo más o menos como “creo que te complicaste la vida”. No miento, es cierto que es complicado decidir vivir de una manera cuando te educaron incluso en lo contrario, pero creo que también es cierta otra cosa: tanto quien me dice eso, como yo, como tú y como todos, pasamos por situaciones complicadas independientemente de con cuántos y a quiénes amemos a lo largo de nuestra vida (eso sí, hay que reconocer la virtud de quienes hacen de complicarse la vida todo un arte). Por ello, ha valido que honestamente responda “también he decidido donde quiero pasarla mal”.

Sí, la he pasado mal. No voy a hablar de las satisfacciones (sí existen, tampoco no se me espanten tan pronto), porque hoy quiero hablar de lo no bello ¿ganas de joder? No, porque lo que realmente jode es tener ilusiones e ideales que poco se ajustan a la realidad.

Dicen que “todxs” (lo pongo entre comillas porque me deslindo de ello) buscan la felicidad y por ende actuamos, o deberíamos hacerlo, en congruencia para encontrarla (porque sufrir es bien fácil, aunque en el discurso se añore la felicidad). También están los que han medio reformado la idea e insisten en que la felicidad no es una meta, es el camino. Ninguna noción la comparto, la verdad es que las 3 veces que me robaron este año, el duelo que estoy viviendo por mi separaciones, la preocupación por lo económico y párele de contar porque con eso ya es suficiente, son muestras de que la felicidad es más un lastre si me esfuerzo en sonreír cuando lo que quiero es mandar al carajo muchas cosas.

Elegir el poliamor puede ser también una de esas trampas para ser felices. La verdad, si ese es el objetivo, ni intentes nada. Cuando mucho creo que unx puede estar tranquilx* con sus decisiones, es decir, con eso que podemos hacer en los límites de nuestras responsabilidades, porque hay millones de cabezas y todo un universo que está fuera de nuestro control listxs para impedir que nuestras relaciones amorosas sean como nosotros queramos (y qué bueno, no quiero imaginar qué sería del mundo si tuviéramos el control absoluto de todo, sería más aburrido y peligroso de lo que ya es).

Creo que es un cuento del nunca acabar eso de la felicidad perpetua en las relaciones amorosas, no solo en la monogamia, también lo podemos creer del poliamor o cualquier tipo de relación que queramos vivir. Hay que asumir que así como amamos de manera simultánea nuestro corazón también se romperá de la misma manera, que seguro añoraremos a quienes amamos y no están con nosotrxs, extrañaremos a quienes se han ido, tal vez pasaremos discriminación por elegir esta vida por parte de nuestra familia, compañerxs de trabajo u otra gente y, más que nada, tendremos que hacer funerales constantemente por todo aquello que creíamos que sería, no fue y tal vez no será.

Elegir el poliamor es apenas un comienzo. No lo digo en la posición de “la experta”, porque elegí darme tiempo sin relaciones erótico-afectivas al descubrir lo ingenua que fui al creer que todo eso que quería vivir se cumpliría y que arrastraba cobijas de viejos vicios.

Amar y no ser correspondida, terminar con una relación poliamorosa que fue un gran motivo para vivir en el DF y autoengañarme con otras relaciones que intenté mantener, han sido dolores que no imaginé vivir, así como hay otros descubrimientos que han sido maravillosos.

No estoy diciendo, lector, que nos resignemos a caminar este viacrucis y carguemos con la cruz, sería lamentable vivirnos de esta manera. Es simplemente aceptar lo no bello de lo que sea que elijamos, porque uno de los descubrimientos es que al encarar el dolor, las frustraciones, las tristezas y los corazones rotos en mi vida amorosa, me ha permitido transmutar mis falsas creencias en enseñanzas.

Y sé que no es fácil desechar lo que ha sostenido nuestras decisiones tal vez desde siempre, pero al soltarlo la vida se vuelve un poco más ligera, y eso me ha permitido ver todo el amor, incluyendo por supuesto el propio, que anteriormente me lo ocultaba toda la carga que llevaba sobre mis hombros.

Además, lo no bello estará siempre ahí, es la sombra que inútilmente engañamos cuando nos refugiamos de la luz; pero decidir vivir alejados de ella por miedo a confrontar(nos) es como dejarse devorar por la oscuridad, y eso sí me parece una verdadera tragedia.

Atentamente

La Mujer Inconveniente

domingo, 5 de julio de 2015

De soledades y autodeterminación

Apenas llegué a mi casa de ver, parlar y compartir con una amiga que quiero mucho y me siento a escribir esto. Hablamos de la familia, los amigos, la pareja, los hijos, el matrimonio, la vida profesional, la soledad y chismes varios, pero todo giraba en torno a un solo tema: la autodeterminación.

En el camino recordé que en el kinder, cuando queríamos desesperar a los compañeros con quienes peléabamos, cantábamos en tono de burla “soy espejo, me reflejo, tengo cara de…” y según los reflejos mentales del otrx podía salir bien librado diciendo “inteligente” “simpático” “divertido” o dejarse llevar por el enojo y ponerse el pie solitx contestando “tonto” “estúpido” “menso”. Pero dejando de lado la intensión burlesca de la frase, sin duda que durante toda nuestra vida y en todas nuestras relaciones somos espejos aunque no nos demos cuenta (aprovecho este espacio para recomendar la poesía se Jalaludin Rumi, quien ha sido mi guía espiritual y una gran fuente de inspiración para este texto).

Y creo que apenas me doy cuenta de ello con algo que me ha gustado descubrir en esta difícil etapa de vida. Tengo poco tiempo de que decidí no involucrarme en relaciones erótico-afectivas por tiempo indefinido; por ahí hubo quienes me acusaron de “poco profesional” por haberles dicho que no quería sexo (como si me pagara), de egocéntrica y presumida, además, otros dicen que están conmigo por mi amistad y no solo por sexo, y la verdad es que no se nota. ¿Duele? Sí. Pero ahí está lo que reconozco y lo que he reflexionado con varias amigas, que además ahora veo está generalizado entre las mujeres en nuestras relaciones amorosas: desvivirnos por el otro, dar amor hasta desbordarnos, ser complacientes “hasta quedar en deuda” con nosotras mismas, pasar por alto ofensas y/o borrar nuestras necesidades para ocuparnos resolviendo las del otro, aunque estemos con un hombre que diga que nunca es suficiente, y es que ¡¿cómo no va a dejar de ser un patán si soy una mujer maravillosa?!

Ajá, sí… esa trampilla de querer ser las mamás, de reformar las malas conductas y que eso se vuelva en nuestro logro personal. ¡Ajá! ¡nos pillé, pillas! Y ahora que me doy cuenta de eso pasan dos cosas: que me da flojera ser madre y que para obtener ese “logro” me he sacrificado a mí misma.

Creo que finalmente no está mal cuando reconocemos que alguien nos ha  reflejado lo que somos y nos aliente a sacar lo mejor, también es genial cuando alguien te dice que has hecho lo mismo con él/ella y creo que está bien que nos alegre, pero es un trabajo de 50/50, cada quien tomó la responsabilidad de su ser y nadie ha cambiado a nadie por la ley de los suyos; además, esa satisfacción viene después de que disfrutamos el proceso de vincularnos y de vivir la relación solidaria y equitativamente, no cuando se trata de una lucha para demostrar quién tiene la razón y ser el triunfador por cambiar al otrxs. De nuevo, ser espejos.

Claro que esa actitud que hice consciente en mí tenía otra ganancia secundaria: no estar sola. Y ese no estar sola es nada más y nada menos que sentir insoportable mi presencia por “no ser suficiente” o saberme con piezas faltantes. Y vaya, estoy cansada de buscarlas en los demás. Por eso he elegido no involucrarme erótico-afectivamente por un tiempo y estoy determinaba a procurar mi bienestar sin exigirle a los demás que cumplan mis expectativas.

Entonces aquí es cuando pasa lo inevitable: cuando se elige cambiar de postura, es indispensable asumir que algo perderás. En este caso estoy consciente de que muchos hombres me harían el fuchi por no necesitar de su validación (de su poder masculino, algo así como decirles que no son mis papás) y por lo tanto no danzar alrededor de su falo (ahí donde ellos necesitan ser validados). Y ya les platiqué de lo que me acusaron, también que eso me ha dolido ¿pero saben qué? También me parece maravilloso darme cuenta de eso. Es decir, si hubiera seguido con el juego de ser la madre, de no estar sola y tener mi logro personal, me hubiera dolido más al seguir el juego de los acusadores para que después ocurriera lo que irremediablemente ha sucedido en el pasado: sentirme utilizada, un objeto y sobajada (y con el ego herido de no cumplir mi objetivo y sentir que mi amor ha sido en vano. ¡Ay! Pobre ego, a veces actúa como un perro encadenado y hambriento que se come cualquier cosa)

¡Chaz! Fue como decir “que se muera todo lo que tenga que morir”, pero mejor corto el problema de raíz. No es que no me indigne, no es que no me duela, sobre todo de quienes creía que estaban conmigo por amistad y no solo por sexo (y no porque me moleste que solo quieran sexo, sino que se hagan pasar por amigos cuando no les interesa). Pero está bien, que duela ahorita, no una otra y otra vez.

Es una buena estrategia, mujeres. Apenas lo estoy descubriendo y tengo el pronóstico de que en algún momento no me dará miedo tener menos relaciones sexuales y/o amorosas. ¿Por qué tenemos que esperarnos semanas, meses o años siendo complacientes cuando el otro se puede dejar ver desde el inicio? Y no, no estoy hablando de venganza ni de que nos soldemos las gafas de la desconfianza. Hablo de asumir una postura que nos permita ver la realidad tal cual es y a partir de ello decidir lo mejor.

La postura de la autodeterminación, es decir, de buscar, desarrollar y utilizar los propios recursos, de saber que estoy bien con él/la otrx y sin él/ella, de asumir la libertad de ser, de hacer y decir o dejar de hacer o decir lo que nos va bien, de apropiarnos de nuestrxs cuerpos y defender nuestros derechos, no quiere decir que ya no seremos amorosas, cariñosas, solidarias, dadivosas, cálidas, comprensivas y los mil etcéteras, porque es hermoso hacerlo, pero ya no por tener miedo a la soledad o por querer reformar al otro, no, es hacerlo con integridad, desechando esa idea absurda de que valemos en la medida de cuánto nos sacrificamos.

Estoy segura, mujer, de que a muchos no les gustará esta postura, y tal vez sean hombres que amamos los que nos reclamarán y se alejarán cuando les digamos que no nos gusta tal o cual cosa y que no lo queremos hacer o ser, que nos gusta el sexo así y no de la otra manera, que lo que a ellos les va bien no necesariamente es igual para nosotras,  que los amamos pero no dejaremos de hacer lo que nos gusta,  que decidimos tener sexo con más personas o tener relaciones amorosas simultáneamente, que no queremos tener más hijos o queremos estudiar otra carrera, no sé, mujer ¡lo que queramos o no queramos! También es seguro que muchos chicos que nos gustan no querrán estar con nosotras por estas razones ¡pero en verdad me he ahorrado muchos dolores de cabeza (y eso que apenas he comenzado) dándome cuenta desde el inicio que no es tierra para sembrar semilla  y así no tener que comenzar de nuevo  la historia de dar hasta que duela, olvidarme de mi, que al final no hago lo que me va bien y, para colmo, nunca será suficiente para él o ellos!

Te aseguro que se quedará quien nos acepte íntegramente, quien valore su libertad y la nuestra, quien no nos obligue a cargar un costal de expectativas, quien no temerá ser castrado por no estar de acuerdo con él ¡Hasta celebrará con nosotras las diferencias y aprenderemos juntxs!

Eso sí, tal vez llegue y tal vez no… no lo sé. Pero en ese caso también es parte de la vida elegir cuales tristezas y pérdidas asumir sin dar nada por hecho, pero estar tranquila y no dormir con la mandíbula apretada por la angustia de contentar al otro con tal que no se vaya. Contentar a quien nunca está satisfecho por nada no es nuestro trabajo; y reniegan, en serio, y lo entiendo, porque es una posición muy cómoda. Seguramente ellos, al leer lo que escribo, dirán que soy una presumida, cotizada, mamona, presuntuosa, prepotente o cualquier adjetivo horripilante que se les venga a la mente, por eso la abajo firmante es la Mujer Inconveniente que me hace la pior de todas, pero incluso siendo la mujer abnegada y sumisa seguía siendo lo peor ¡al carajo! Si se sienten ofendidos es su trabajo, es la responsabilidad que les toca asumir y, personalmente, tampoco me posiciono como la mujer que está en guerra con los hombres, no: mantengo mí distancia de quienes no me hacen bien, ahora sin tratar de reeducar a nadie (porque también es una grosería tratar como niños a quienes no lo son) y eligiendo estar con quien busque enriquecernos juntos sin entrarle a la lucha del poder. Además, yo estoy abierta para deconstruirme con ellos, para construir algo distinto juntxs, estrechar las manos para vincularnos solidaria, amorosa y autónomamente, pero en horizontalidad, donde nadie pierda, ser conscientemente un espejo en el que miramos lo no bello para transformarlo y también ver lo bello para vivirlo y compartirlo juntxs.

Sí, estoy abierta para hacer todo eso contigo si tú también estás interesado.

Además, mujeres ¿por qué nos da miedo estar solas? Nos tenemos a nosotras. No es lo mismo soledad que desolación, y no estamos desoladas. Conocemos nuestras heridas, nuestras rabias y nuestras alegrías. Sabemos que lo  que nos sanó le ayudará a otras, que la competencia entre mujeres es una ilusión que alguien se inventó porque le gustaban las cosas complicadas; pero no, me doy cuenta que esto no es tan complicado y que ser valiente no tendría por qué ser elegir ir a contracorriente de las exigencias del autosacrificio ¡valiente quien decide malgastar sus energías en situaciones, relaciones o personas que no dejarán ningún fruto!

Además no siempre se pierde, pues después de estar toda una vida sin saber vincularme con mujeres,  al elegir en este momento retirar mis expectativas y vacíos de mis relaciones erótico-afectiva con los hombres (porque también me parece violento exigirles que deben hacerme feliz), han llegado a mi vida mujeres poderosas y fuertes, incluyendo el regalo de la vida de sanar los viejos vicios con mi madre y re-descubrir un lazo solidario, pero viviendo cada una su propio cuento.

Ya os contaré que más pasa con este (auto)descubrimiento. Me voy a disfrutar que mi roomie no está para bailar como loca y recordar lo que muchxs de ustedes me han enseñado de mí misma.

Os amo.


jueves, 18 de junio de 2015

Le lloré perdones. Le regaré cantos.


Llegó días atrás y lloré porque me dijo que por mi culpa se secaron las plantas. 

"¿Cómo puede ser tan complicado cantarles para que no mueran?"

Aunque no se dio cuenta, lloré. 

Creo que no ha querido decirme, o no sabe decirme, o no sabe que las lágrimas también sanan la tierra y hemos malgastado el tiempo mojando el asfalto. 

¿Cómo sabría cuidar un helecho o una orquídea o un mango si no sé ni dónde se encuentra mi semilla?

Alguien se ha colocado frente a mí como un espejo,
es el más bello regalo que me ha hecho
¡he visto la semilla!

Y lloré y lloré...

Por el regalo, es decir, por su amor que me refleja...
Y también por mi crueldad. 

Es tan pequeña la semilla y le he gritado por no ser un olmo.
Apenas le brota un retoño y le he odiado por no darme cerezas o fresas.
Le he golpeado con un "¿dónde está el huerto que me prometieron?"

Y ha resistido a mis secas tormentas,
a mis lluvias de fuego,
a la infertilidad de mis tierras.

Le he llorado perdones ahora,
recobro la voz para cantarle.

Y me ha sonreído 
como por primera vez. 

miércoles, 10 de junio de 2015

Tonta yo, que no cobro

Foto: David LaChapelle

Creo que a muchos eso de la liberación sexual femenina les resultó de lo más cómodo, por eso andan tantos desfilando por las calles con esa bandera o por lo menos apoyando desde los balcones a esa supuesta “liberación”.

Si me lo preguntan, la liberación sexual creo que no solo se limita  a tener sexo con quien se me plazca, sino consiste también en saber con quién fregados se anda una acostando y aprender a aguantarse las ganas (aunque eso signifique no tener sexo por un buen rato) con tal de no pasarla mal con sujetos que ni se esfuerzan en enamorarte ni en pagar para tener sexo (aunque tampoco añoro que lo hagan).

Y no, para mí esforzarse no es igual a  impresionar con moteles, restaurantes caros o regalos de cualquier tipo. O tal vez sí sea esforzarse, aunque tramposamente, porque esa “caballerosidad” parece más un eufemismo para decir que ellos no buscan prostitutas; pero ¿qué pasa si les dices que no quieres tener sexo, que no se de esa manera o en ese momento no? en ese momento se destapan los patanes que te reclaman todo su esfuerzo empeñado en el artilugio con tal de que danzaras alrededor de su pene.

A ver, baby, si yo quiero una retribución material o económica por mis servicios sexuales no me voy a andar con pendejadas de cenas, flores, paseos en tu súper auto o regalitos varios, a mí págame y yo sabré en qué lo invierto.

En serio, queridx lectora, después de las joyas de seducción tipo “quiero metértela sin condón”, “vamos a darnos unos besotes” o “¿no quieres que te la meta bien rico?”, o esas sublimes actitudes post-coitales, tales como “te trato como mi juguete sexual, y aunque yo no quiero jugar contigo, me enoja si otros lo hacen”, “¿en qué metro te dejo porque tengo que ir a consolar a mi mamá? (aunque esté lloviendo, sea muy noche, yo te haya invitado a salir y tenga auto)” o “ya no estoy en modo sexy, así que ni me hables”, me siento tan tonta porque, además de saber con qué piedras iba a tropezar, me llevé gratis un disgusto y para colmo sigo siendo pobre.

Por supuesto estoy en contra y me indigna la prostitución ligada a la explotación sexual, pero cobrar por sexo no me parece en sí mismo una falta de respeto hacia unx mismx. Yo utilizo las nalgas como sea y también me sentí explotada al utilizarlas sentada en la silla de una oficina con jefas hostigadoras y explotadoras (pero dicen que era trabajo honrado) y, por supuesto, creo que en muchas ocasiones hubiera sido menos denigrante cobrar por sexo que soportar patanerías gratis.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Creer verte. Querer verte.


Aun creo verte en la calle. Los rizos, los lentes, los pantalones desenfadados o tu piel blanca. Tantas mujeres con algo tan tuyo que no sé si es que creo verte o quiero verte. 

Quiero verte. Quiero terminar o continuar. Quiero verte y suspiro cada vez que creo verte.

Aquí estoy, a la mitad del camino que planeamos recorrer. Ahora mi boleto no lo ocupó la ausencia en el avión. Ya no me he subido a un avión, fuiste un segundo intento fallido. Eres un intento fallido de olvidar y creer que no te extraño. Te extraño porque estoy a la mitad del regalo que no abrimos. 

Todo cambia. Me hubiera gustado ir allá antes de que se les ocurriera "normalizar las relaciones". ¿Quieres normalizar nuestra relación? No, ni siquiera puedo preguntártelo, no hay lugar que no hayas bloqueado y yo sigo con las ganas de reclamarte el boleto perdido, el asiento perdido, el viaje perdido. 

Tenías razón, esa no era mi vida, y también te equivocaste, tampoco era la tuya. Te doy la cuarta parte de las gracias y a la persona del deseo que me colocaste enfrente otra cuarta parte. El cincuenta por ciento me lo quedo yo. 

¿Aun te enoja que llore? sigo derramando lágrimas con la misma canción pero por razones distintas. Pero tu no eres una razón distinta. El polvo que te cubre destapa la humedad y por eso no quiero limpiarte. Por eso no me gusta cuando creo que te veo. 

Teníamos la mitad del destino. Dime ¿a cuál dirijo ahora todo esto? ya no estoy en los rieles que caminamos aquella vez. Estaba feliz de caminarlos contigo. Ahora estoy tan lejos de ellos y aun más lejos de encontrarte

Aunque eso pasara sé que voltearías la cara y he tenido que aprender a vivir con eso. 

Éste lugar que creímos una escala de nuestra complicidad se ha convertido en mi vida ¿ves? No creí que estar tan cerca de mí sería estar tan lejos de ti. 

martes, 5 de mayo de 2015

Cañaveral de polipasiones: el inicio.

Después de meses de querer escribir sobre poliamor, cuestionamientos y críticas a las relaciones afectivas tradicionales en general, proyectos sobre lo mismo que no se concretan y una tesis abandonada, me pregunto ¿cómo quiero abordar el tema?  Al leer las pocas entradas de este blog puede percatarse de que aparece dicha palabra y el lector curioso puede preguntarse ¿qué es eso del poliamor? A dicha pregunta puedo pensar en una introducción al tema, pero me da flojera porque introducciones hay muchas.

De hecho fue mi preocupación al buscar en Google “poliamor” y leer los contenidos de la primera página de búsqueda  la que me inspira para escribir esto ¿por qué? Bueno, si busca la misma palabrita, inmediatamente se despliegan bellas imágenes de 3 personas encamadas, abrazándose, besándose y siendo felices. Al leer los artículos usted puede creer que en todo momento tenemos 2 o más parejas y toda suerte de situaciones que, en dos años de decidir vivir de esta manera mis relaciones afectivas, no me ha ocurrido y ahorita no sé si me dan ganas.

Y aunque tenga ganas la realidad es otra. Así que aquí está la palabra clave: realidad.

Mire, la cosa va a así, porque tampoco le puedo dejar caer el choro sin tener un contexto sobre lo que es el poliamor… bueno, no le engaño, no citaré a nadie ni a nada, porque no hablaré del poliamor como lo viven lxs otrxs o como creen que se vive, sino como yo lo vivo y lo percibo. Para mí el poliamor es la manera en cómo puedo vivir libre, honesta, responsable, ética y autónomamente mis afectos, aceptando también la libertad de otrxs. Dice Wikipedia que eso significa que puedo tener más de dos parejas, que a su vez ellxs tienen más, que todos sabemos y la pasamos chévere sin celos y hasta feliz porque todos mis amores aman y son amados, lo cual suena bonito ¿no? (aunque estoy segura que terrible para muchos) pero en cualquier caso la traducción de Wikipedia de esta situación es simple y estereotipada.

Si yo intentara vivir como dice la Wikipedia que es el poliamor ya habría huido hace mucho tiempo, eso es seguro, por eso no le crea tanto. La razón de seguir este camino es porque he aprendido a respetar la libertad de amar, querer, desear, vincularse, convivir y experimentar tanto mía como de otrxs, es decir, si el amor tanto nos enriquece ¿por qué censurarlo? ¿por qué decirle a alguien no ames a fulanitx? ¿por qué imponer maneras de amar? Si tanto nos preocupa la privatización del petróleo o de los recursos naturales ¿por qué insistimos en privatizar nuestros afectos? Por eso algunxs dicen que se trata también de un quehacer político.

Así, el poliamor, entre mitos y trampas, se puede convertir fácilmente en un ideal romántico que se aleja mucho de lo que realmente somos capaces de asumir, tanto para quienes lo viven como una causa política como para los que lo toman para reproducir la idea del macho que tiene a sus dos hembras en cama y no le arman panchos por eso. 

Por eso, si usted decide considerar el poliamor para su vida creo que difícilmente le aplaudiré pero tampoco le daré el pésame, porque uno llega con una idea y se encuentra con otras cosas; como en todo, la realidad gusta de darnos puñetazos para colocarnos en la posición de lo que realmente somos y tenemos, y eso está bien.

Y justo sobre eso quiero hablarle, lector policurioso, de los puñetazos que me ha dado la vida y que ilustran que es más complicado y bonito de lo que parece, porque le confieso que llegué con una idea muy distinta de la que tengo en este momento. Por eso, con toda seguridad le puedo decir que es mejor y, al mismo tiempo, peor de lo que imaginaba.

¿Quiere saber más? Pues no se pierda los próximos capítulos de “Cañaveral de polipasiones” que se estarán transmitiendo en este blog. Le aseguro que se espantará, reirá o llorará, pero no se aburrirá. 

lunes, 16 de febrero de 2015

Vagones de Pasión. ¿Podrías resistirte a su belleza patriarcal?

A propósito del 14 de febrero y del estreno de  50 Shades of Sumicienta, póngase en modo romántico/erótico e imagine que me encuentro en el metro un jueves en la típica malaventurada apatía del Godinez: fastidiada de la oficina, sus dramas y medio zombi con ganas de llegar a casa; de pronto, su piel blanca, esbelto cuerpo, labios perfectos, quijada elegantemente pronunciada y una presencia impecable. Honestamente era una belleza imposible de ignorar, algo así como ver un durazno de esplendoroso color y cascara tersa, denotando lo jugoso y suculento que se me antoja en mi boca. Nuestras miradas se cruzaron por instantes, esporádicas, cada vez más curiosas. Pero esa curiosidad no duró más que las dos estaciones faltantes y solo atinamos a sonreír cuando me bajé, siguiendo su mirada cuando el tren prosiguió su marcha.

Viviendo en el DF es poco probable encontrar un rostro por segunda vez y es mejor no pensar en lo que pudo haber sido ante tal realidad, así que una sigue su vida como si nada hubiera pasado.

Pero la vida tiene sus excepciones, y me gustaría decirles que la excepción era regresar a mi casa contentísima por la satisfacción del día laboral, pero no, fue más fácil encontrarme de nuevo al chico-durazno del metro que un día divertido en el banco. Dejé echar una moneda al destino: si nos subimos al mismo tren le hablo, porque la sonrisa cómplice de ese día era la luz verde para proseguir. La dificultad de aquello consistía en que el andén estaba lleno de Godinez y sería poco probable subirnos al mismo convoy, que a esa hora parece tétris humano. Pero ¡oh, destino! alguien decidió enviar un tren vacío apiadándose de los que por lo regular tenemos que esperar bastante tiempo para poder abordar (en los 9 meses que tengo trabajando por acá, fue la segunda vez que ocurrió).

Sabía que íbamos hacia el mismo camino, trasbordaríamos en la terminal de la línea y esa era nuestra oportunidad ¿en verdad la situación estaba a nuestro favor? Pues va de nuevo el ¡oh, maldito destino! Al bajar en la última estación intenté perseguirlo, pero la multitud se lo tragó cruelmente. Esta vez sí lo lamente, y aunque fue una distracción al particularmente día de mierda en la oficina, resultó sumar una tensión más al día.

¿Qué se le hace? Pues seguir la vida ¿no? Al tiempo ya había aceptado el “ya qué” de historias como ésta, aunque momentáneamente pensaba en su bello rostro, incitante sonrisa y perfectos labios. Imaginaba cómo sería su blanca piel desnuda y cuál sería su sabor.

Y así siguieron los días en el metro, bueno, no tantos, porque dos días después, pendejeando en mi celular saliendo del metro y obligada a mirar hacia arriba para pasar los torniquetes de salida ¡oh, bendito destino! ¡Ahí estaba él y su belleza patriarcal frente a mí!

Bien me dijo mi marida “la tercera es la vencida”. Más cerca no podría tenerlo. No fue un acto razonado el tocarle el brazo y decirle “hola”. Volteó, me miró y me abrazó. Imagine estar entre los brazos de ese hombre tan durazno.

A veces el metro tiene magia, o una hace que tenga magia, porque ese mismo día, terminando él y yo la jornada laboral y de regreso a nuestras casas, nos encontramos besándonos mientras avanzábamos estación tras estación con una canción en francés ambientando la escena.

Muy bonito ¿no? Pero ¿qué puede esperar de historias mías haciendo alusión al 14 de febrero y a 50 sombras de frustración sexual? Además, para su información, soy alérgica al durazno, y si pensé en uno al verlo, esto no podía terminar bien.

Nuestra versión chilanga y descafeinada del Christian Grey del metro es ya una señal de que si la situación fuera un espectacular diría “¡PRECAUCIÓN!”, así, en letras mayúsculas, color neón e instalado en medio de avenida Insurgentes.

Para empezar, después del abrazo me saludó con una efusividad extraña y su discurso me hizo sospechar que se trataba de alguien que se dedica a las ventas y que ni para ligar se quita el modo de atención al cliente.

Guapo + labioso = infiel. Fue mi primer pensamiento.

Pero le di el beneficio de la duda, y en el transcurso del día (ya nos habíamos pasado nuestros teléfonos) quedamos en vernos en la noche. En ningún momento hubo cabida para dudar de mi deseo sexual hacia él, pero la señal de frenado la dio cuando me dijo que tenía pareja y no estaba dispuesto a decirle que tenía intenciones de salir conmigo. Amantes, pues.

Uno hay que sospechar de las situaciones que parecen prometer magia: esos pensamientos de que el cosmos ha vertido su poderosa fuerza para conocer a un chico-durazno en el metro hay que mantenerlos a raya, así como hay que amarrar al ego con una correa para que no corra como perro hambriento ante los halagos del chico-durazno que actúa como si te conociera toda una vida y te asegurara que vale la pena el engaño con tal de disfrutar de tus virtudes (sexo); además, cual vendedor como sospeché, hay que mantenerse imperturbable como un cliente al que tratan de convencer de que el nuevo producto lanzado al mercado “El destino nos unió” te traerá una vida maravillosa al lado de alguien y además bajarás de peso en una semana, sabiendo que se trata de una vil estafa.

Compa lector, sepa usted que aún con todo esto, seguía embelesada (caliente) por su belleza física. En el camino de regreso, después de compartir un café (momento en el que me di cuenta de todo lo que ya expuse) nos encontramos en el trasbordo a la siguiente línea que nos acercaba a nuestras casas. Al bajar las escaleras escuchamos a un señor que cantaba sumamente inspirado melodías románticas. Él soltó una carcajada y yo le dije que me agradaban las personas que no les importaba la opinión ajena.  Al abordar, acortó la distancia de nuestros cuerpos hasta el punto de que nuestras bocas se encontraran. Después de conocer que él se trataba de un típico hombre seductor estereotipado, por favor, no me pregunte, estimado lector, cómo fue posible que aceptara besarlo. Y aunque estuvo sabroso, me arrepentí al saber que era partícipe de un engaño. A veces no sé por qué me gusta aprender por tropezones y estoy abierta a que usted me dé una cachetada para que reaccione.

Ahora me gusta pensar en ese último momento como una escena de película cómico-romántica, pues como cereza para el pastel que sella el romanticismo de la situación, el señor comenzó a cantar algo en francés. Si fuera película de Disney el señor hasta tendría acordeón y se acercaría a nosotros inspirado por aquella unión cósmica. Pero no, no era película-cliché, y lo que para el chico-durazno fue cómico unos minutos atrás, si lo pienso bien, el pésimo francés del señor y su desafinación total mientras nos besábamos, era el símbolo de aquella ridícula erótico-romántica ficción que se suma a mi colección de piedras con las que me he tropezado.

Si es que mi jueza feminista interior no me mata primero, por favor, feministas (o simplemente partidarios del sentido común), no me maten, yo solo estoy #AprendiendoAVivir.