miércoles, 24 de agosto de 2016

We are copy/paste

Resultado de imagen para copy paste
Fotos de estudio tamaño infantil y título.
“¿Y quiín ni hi copiidi ni piguidi nidi qindi istibi in li isquili?” aun no puedo creer la cantidad de veces que he leído ese pinche comentario en internet. Justificar a nuestro guapo presidente por su plagio me ha parecido el colmo de todo esto.

Por supuesto que es imperdonable el plagio de su majestad EPN y ya sabíamos desde hace mucho tiempo atrás que este cuate es una estafa, pero también me parece la sintomatología del copy/paste mexicano.

No hablo solo del copiar/pegar de Wikipedia a la tarea de la escuela, es más… mucho más.

¿Quién realmente se cuestiona el origen del amor romántico?

¿Cuántxs godinez dejan de reírse de su vida de oficinistas y se ponen en serio a revisar el sistema que los mantiene como esclavos?

¿Quién se detiene a investigar la historia del matrimonio y la monogamia?

¿Antes de embarazarse por deseo o por accidente la gente se pregunta en serio para qué quiere un hijo y si el mundo necesita más seres que lo destruyan?

¿Son muchxs los que se detienen antes de consumir por moda y estatus?

¿Nos cuestionamos realmente los privilegios que cada unx pueda tener por nuestro sexo, religión, color de piel o nivel socioeconómico?

¿Cuántxs creen aún que la educación eficiente es la que califica por aciertos y errores en materias que poco tienen que ver con nuestrxs verdaderxs intereses y habilidades?

Tantos, tantísimos ejemplos que puedo enunciar del copy/paste del día a día, de esa reproducción masiva y en muchas ocasiones el nulo cuestionamiento del origen de costumbres, paradigmas y otros vicios que nos tienen en este hoyo y que con la renuncia de su alteza serenísima Peña Nieto no basta para salir de él. 

Quería desahogarme. 

Lxs amo. 

martes, 12 de abril de 2016

Repugnante ingenuidad


Podríamos jurar que los gusanos que masticamos son la carne jugosa y madura de la manzana,
que finalmente elegimos, aquella que entre todas es la más hermosa.
Dios mismo la comería. 

Repentinamente, como si un trozo de la vida se hubiera extraviado, nos retorcemos en el lodo del supuesto paraíso,
confundidos,
escupiendo gusanos,
sin saber cómo entraron a nuestras entrañas y se multiplicaron.

"¿Por qué fuimos estafados?" 
preguntamos ingenuos, 
enfermos, 
estúpidos.

Esa estupidez que alimenta esta tierra putrefacta,
seca,
inútil,
sin un ser sensato que se marche de ella.

lunes, 15 de febrero de 2016

Cañaveral de poli-pasiones: éxito poliamoroso y otros cuentos de hadas.

Lo que imagino con el éxito poliamoroso (o con el amoroso en general)
Acabo de leer una de esas preguntas que me causan animadversión y que al mismo tiempo es de las situaciones que me parecen más importantes aclarar: “¿Me pueden compartir un caso de éxito poliamoroso?”.

Lo que me provoca tirria es la palabra éxito. Personalmente ir tras él en la vida me parece el camino más engorroso, aburrido y doloroso que podría elegir, no porque no crea que a veces obtengo éxitos en los objetivos que me planteo o porque quiera hacer todo mal. No. El lastre es ir tras él con paso redoblado para obtener status quo, y cuando inevitablemente se pierde el control de las situaciones y las metas se desvanecen en nuestras manos (y por lo tanto también esa imagen que construimos de nosotrxs), nos sentimos seres indignxs y fracasadxs. Además, la pregunta obligada es ¿qué es el éxito? Regularmente obedece al sistema para volvernos consumistas insaciables y en zombies que pasan por encima de lxs otrxs para intentar alcanzar eso que fácilmente se desquebraja o se aleja cuando creíamos llegar a la línea.

Por eso me parece peligroso pensar en el éxito poliamoroso. ¿Cómo es una persona poliamorosa exitosa? ¿la trieja que se amará toda su vida? ¿un hombre con tres mujeres que nunca le cuestionarán nada? ¿una mujer que coge y ama a muchxs porque es libre? ¿nunca sentir celos, miedo o tristeza al saber que la persona que amamos se irá de viaje con su otra pareja? ¿tener a mi esposx y tres novixs para demostrar que la monogamia es lo peor de este planeta?

¡No, no! ¡qué espanto! ¡qué carga tan horrible pensar que tengo que ser una poliamorosa exitosa!

Si me mido con esa vara, definitivamente soy una poliamorosa fracasada; lxs monógamxs pueden escupirme en la cara para decir que ellos sí son felices casándose y yo no. Qué terrible situación.

De por sí estos asuntos amorosos son difíciles como para exigirle a cada relación que nuestra meta sea el éxito poliamoroso sin oportunidad de salirnos poquito del margen (y no necesariamente por malditos, sino por ‘maletas’) . Si no tenemos más parejas, mal. Si sentimos celos, mal. Si no le aviso a mi pareja principal que me voy a acostar con alguien antes de hacerlo, mal. Si no siento alegría porque mi pareja esté feliz dos semanas sin mí pero sí con otrx, mal… y así lo que se le ocurra. Para empezar, coincidir con alguien que tenga más o menos las mismas maneras de querer las relaciones está difícil, considerando que somos seres cambiantes y que en determinado momento volveremos a divergir.

No, no hay que jodernos la existencia con algo tan pesado. Si se supone que la monogamia ya tiene sus reglas y caminos bien establecidos para conseguir el éxito en pareja y es bien sabido que las cifras de violencia y divorcios son altísimas ¿qué será de lxs poliamorosxs que deconstruimos y construimos en el camino porque a la mayoría nadie no enseñó cómo se manejaba este business?

En este corto camino sé que no hay garantía, sé que obligar a las relaciones a que funcionen como lxs poliamorosxs felices para llenar Facebook de una supuesta vida estable y maravillosa es la mejor manera de ser desdichadxs y, sobre todo, que a mis relaciones que ya han terminado no las puedo considerar como fracasos, ni siquiera a las monógamas.

Me gusta honrar mi pasado, pues así es como veo todo lo que las personas directa e indirectamente me han dado con nuestra experiencia. Tampoco siento que me acercan al éxito, porque este camino poliamoroso a veces me deja con más dudas que con certezas; pero yo prefiero eso: buscar, cuestionarme, no quedarme con lo ya dicho, con lo ya hecho, desgarrar velos y dejarme sorprender por lo que descubra… y eso está lejos de toda meta y éxito que pueda predecir. 


sábado, 13 de febrero de 2016

Ya hay alguien a quien cuidar


No quiero hixs, ya hay una niña a la que quiero cuidar.

Y me ocurre lo que a cualquier madre: la veo llorar y no sé qué hacer. No sé cómo explicarle que no encuentro la manera de consolarla, no me enseñaron. Constantemente me pregunta por qué las personas se van, por qué deciden otros rumbos y no regresan; me lo pregunta porque le duele, claro, porque no comprende cómo es que el amor no es una garantía de permanencia. ¿Es porque es defectuosa? Me dice… y entonces me dan ganas de llorar con ella, pero si yo no soy fuerte entonces ¿qué hará ella? No sé cómo decirle que no se lucha por la dignidad, que ella ya es digna de amor aunque se equivoque, aunque no sea perfecta ¿será que yo misma he sido muy dura? Es que se me sale de las manos… y a veces prefiero no ver… y a veces prefiero no escucharla… me duele, mucho.

Que la casa es fría, dice ¿qué le hacemos? ¿le ponemos flores? ¿conseguimos esos cojines de colores que tanto quiere? ¿a caso sentarnos cada tarde a tomar un té de menta? Tal vez hacer lo que no le dejaron: pintar, bailar o crear historias. Permitirnos ser estúpidas y reírnos por eso. Entre la estupidez tal vez se encuentren nuestras virtudes.

Ya sé, tal vez abrazarla y decirle lo que nunca escuchó. Tal vez encuentre las palabras para que entienda que los demás tampoco tenían lo que necesitó, pero que jamás fue su culpa, solo llegó con personas que no sabían qué hacer con ella. Además, llevarla de la mano para que vea que eso se le concedió como un regalo, y uno mejor: las canciones de cuna se las dieron con el amor de haber derribado el orgullo y la intensa búsqueda de estrechar lazos con ella.

A veces no se quita las manos de los ojos, como si esperara una espantosa caída. Le pediré amorosamente, es decir, con un abrazo, que las retire y vea que ese abismo fue una pesadilla, un sueño, una catástrofe inventada. Así entonces tendrá sus manos disponibles para el abrazo, dar y recibir, y no para cubrirse de la ilusión de abandono. Eso sí, debo abrir los ojos yo primero.

Creo que necesito comprender que el mundo de imperfección no es una conspiración en mi contra para poder explicarle que solo se hace lo que se puede. Por eso se cruzó en su camino y ellos en el suyo, para comprender en el espejo que es cada uno que esto se trata de dejar la vida mejor de como la encontramos, como dijo aquél hombre.

Me asusta que se moleste, que esté tan enojada y haga pataletas, pero creo que al pedirle que no lo haga se está prologando esto. Ya veré que hacer con mi enojo y entonces podremos hacer algo juntas con el suyo. Que haga lo necesario y se vaya cuando ya no nos sirva.

Tengo tantas cosas qué aprender con ella. Quisiera que estuviera tranquila, que sepa que aquí hay calor, consuelo y dicha, que dispone de ello cuando lo necesite y que nunca le hará falta.

Por eso no necesito hijxs, si la niña que me habita es a quien estoy aprendiendo a cuidar.  

jueves, 14 de enero de 2016

Cañaveral de poli-pasiones: ...y líbranos del poliamor ortodoxo. Amén.

¿Qué es lo que valoro del poliamor en este momento de mi vida? Les aseguro que no es lo mismo que al inicio.

La idea del placer de mantener relaciones simultáneas sin culpa y sabiendo que hay más gente que no nos juzgarán es una bonita promesa. Creo que inicialmente es fabuloso librarse de la culpa y encontrar a personas afines.

Después de un tiempo noté que me sentía en la superficialidad de algo. En entradas anteriores les he compartido este proceso de resignificar mis relaciones, de preguntarme para qué me relaciono, desde dónde, cuáles eran mis motivaciones y lo que creía que era el poliamor; pero ahora ¿qué chingados es el poliamor para una sujeta que no le interesa buscar relaciones simultáneas?

No digo que no es maravilloso, sino que ahora lo veo como una posibilidad real al asumirme poliamorosa, no como una obligación o decreto de que así tiene que ser siempre. Disfruto de igual manera que mi tiempo y energía me rindan al no tener pareja(s) así como de emplearlos para compartir mis afectos, y eso de demostrarle al mundo que soy diferente, libre y disidente por ser poliamorosa me da una flojera cada vez mayor. O para resumir, cada vez me defino menos personal y públicamente como poliamorosa.

No porque no sea importante en mi vida, no porque no me siga identificando en gran medida, no porque no me interese invitar a la reflexión de que otras vidas amorosas son posibles.

Pero tal vez es solo eso: otras posibilidades de amar son posibles y como tal no tienen por qué ser poliamorosas al estilo de los resultados de Google.

Este camino me ha dejado o, mejor dicho, me ha quitado el peso de que sean las expectativas las que controlen mis relaciones (mínimo a mí), de poner en manos ajenas la resolución de mis conflictos, de creer que existe una manera idónea de tener relaciones plenas y que todos debemos uniformarnos a ella,  de ser un pozo sin fondo que no será llenado jamás por más placeres que me eche, de utilizar y ser utilizada para evadir conflictos y del dolor de la desolación.

Amar se convierte cada vez más en un ejercicio de contemplación sin la exigencia de que me complazcan, del profundo respeto de quienes somos. No significa que soporto las violencias, es todo lo contrario: si no dependo de una relación en la que el amor y el respeto son mutuos, mucho menos de una en donde violentarse unx al otrx es el pan de cada día.

He aprendido que no hay obligación de proveer. Los roles de “ser pareja” parece que se vuelven inamovibles y que si no envío un mensaje de “buenos días, te amo” la única explicación es porque no amo ni me importa lo suficiente. Me consta que ocurre en la monogamia, poliamor, relaciones abiertas y en donde usted se le ocurra, y me consta porque yo creía que el amor era ceremonioso.

En mi caso la sensación liberadora de que nadie me esperara al llegar a casa fue más sorprendente que la de regresar sabiendo que la calidez de la pareja con quien vivía me esperaba con un cariñoso “¿cómo te fue en el día?”; finalmente ¿a quién le enseñaron que no rendirle cuentas a nadie y hacer la vida menos burocrática es síntoma de una buena vida? No recuerdo ni siquiera que alguien me lo platicara como anécdota chistosa, porque la promesa de la felicidad es que alguien ansíe nuestra llegada. Quien ansía ser necesitados somos nosotrxs, pero ¿no que el rollo de no depender es un discurso muy poliamoroso?

Por supuesto que disfruto y es maravilloso saber que hay personas que me aman, que me respetan, que me preguntan “¿cómo te fue?” o que deseen prepararme la cena, pero la cuestión es que no jerarquizo soledad y relaciones, creo que ambas son elecciones y a la vez situaciones inevitables que es mejor realizar de manera consciente y sin sufrimiento.

Así, lo que equiparó el maravilloso “nadie me espera en casa” es  el “sin obligación nos esperamos y recibimos con amor,  a la par estamos bien en nuestra ausencia porque no necesitamos vivir juntxs. Nos sabemos en nuestras vidas y eso es lo más valioso”.

Tal vez puedo resumir todo este choro a que se ha vuelto importante estar aprendiendo a liberar a lxs demás de mis exigencias y al revés, proceso que no habría sido posible sin el poliamor. No solo el/la monógamx le arranca las plumas a las alas de su pareja, nosotrxs como poliamorosxs también podemos ser expertxs en eso, porque en cualquier tipo de relación la posibilidad de perder y quedarnos de nuevo como el/la niñx abandonadxs y rechazadxs es inminente.

Por eso digo que el tener relaciones simultáneas deja de ser una exigencia al asumirme poliamorosa, pues finalmente se vuelve en solo una posibilidad al reconocer que yo y quienes amo tenemos nuestras propias historias en la que las relaciones erótico-afectivas son solo un capítulo. 

Así, el poliamor es más un camino que elijo para vivir ciertos aspectos de mi vida y menos una característica global de personalidad que me lleva a cubrir las vacantes de mi vida amorosa porque solo tengo una pareja.  


domingo, 10 de enero de 2016

El viaje de regreso al lugar que solo yo conozco

No sabía que esa decisión se convertiría en decreto, en un estado del corazón.

“Me voy de viaje” dije un día de hace 3 años a cierta hora que no recuerdo, pero hasta la fecha no he vuelto. Ese regalo que me di fue para encontrar muchos otros.

El primero, que aún permanece en mi cuello, fue un dije de joyería barroca tradicional de Guanajuato con un parajito incrustado que hace poco más de un año voló. Me dio tristeza perderlo, pero me di cuenta que al volar hizo honor a la decisión de no permanecer por complacer. Conservo el resto porque me parece hermoso recordar el punto de partida.

En las paredes de los callejones se leía mi historia. Descubrí la dicha de sentirme en casa con cada paso que daba. Descubrí el terror de sumergirme en lo que evité siempre y ahora agradezco que no me haya dado otra opción más que dejar que la oscuridad de mis adentros me iluminara. Dejé que cada rincón  fuera ese lugar al que me decían que no debía explorar. Sentí por primera vez lo que era planear y hacer a mi ritmo, sin culpa, decidiendo en ese instante que se volvería en mi nuevo paradigma de vida.

Me fui para honrar a la buscadora, a la que sabe que hay un mundo invisible que se mira desde adentro.

Me fui para regresar a ese lugar que solo yo conozco y creí perder.