martes, 12 de abril de 2016

Repugnante ingenuidad


Podríamos jurar que los gusanos que masticamos son la carne jugosa y madura de la manzana,
que finalmente elegimos, aquella que entre todas es la más hermosa.
Dios mismo la comería. 

Repentinamente, como si un trozo de la vida se hubiera extraviado, nos retorcemos en el lodo del supuesto paraíso,
confundidos,
escupiendo gusanos,
sin saber cómo entraron a nuestras entrañas y se multiplicaron.

"¿Por qué fuimos estafados?" 
preguntamos ingenuos, 
enfermos, 
estúpidos.

Esa estupidez que alimenta esta tierra putrefacta,
seca,
inútil,
sin un ser sensato que se marche de ella.