sábado, 24 de octubre de 2015

Confiar

Hoy lo he aprendido. Hoy lo he comprendido.

Le compartí a mi amiga que tanto quiero esas dificultades más profundas de mi adolescencia: desolación, culpas, tristezas, cargas y desconsuelos.

Creo que no es nada nuevo para ningunx de ustedes decir que todos esos vacíos traté de cubrirlos en mis relaciones de pareja, buscando el reconocimiento de la gente o llenándolos con comida, una de mis mayores debilidades (ha sido más fácil decirle no al sexo que a los tacos). Dudo que a alguien no le ocurra todo esto.

Lo distinto ahora no es ni siquiera aprender dármelo a mí y no buscar en otrxs eso que no tuve de niña ni en la adolescencia. Creo que en todos estos 25 años sentía que eso que me hacía falta eran entes o espíritus ajenos a mí que estaban por ahí volando en el universo y que mi misión era encontrarlos. Sí, ha sido todo un proceso de búsqueda y también es reiterativo compartirles que el lugar de exploración fue dentro de mí misma.

Pero ¿qué pasa cuando no creciste con ese apoyo, amor, consuelo y empatia de tus padres, hermanos, amigos o profesores? Nadas hacia las aguas profundas y ves todo negro. Veía todo negro, había nada. ¿Cómo puedo encontrar en mí lo que no recibí?

Pero engancharme de esa pregunta era seguirme aferrando al exterior, era creer que los demás tenían la obligación de dármelo; y si no lo hacían me convertía en una pequeña niña egoísta que no daba hasta que no cumplieran mi berrinche de resolver mis necesidades.

Sí, me he visto como una niña berrinchuda, desconsiderada y egoísta que cae mal, pero en el fondo sí he estado herida porque anhelo eso que no me dieron en algún momento.
¿Cómo lo recupero ahora? ¿Cuál es ese primer paso?

Ya lo han dicho: dar.

Tarot Osho
Ese es el paso que me ha costado. He tenido que hablar y consolar a la niña, así como reconocer que ya soy grande. La niña enojada me ha dicho “¡cómo es posible que yo dé primero si los demás tienen la obligación!” y yo le he dicho ya varias veces “confía”.

Poco a poco la niña y yo vamos haciéndolo. 

Hoy está feliz, también la adolescente.

He aprendido a consolar, abrazar, amar, confiar y a apapachar.... y entonces ahí está la respuesta: si soy capaz de darlo es porque nunca carecí de ello. En realidad estoy llena de eso.

Entonces me colma un gran gozo. Me siento capaz de jugar, saltar, correr y aventarme al vacío, porque siento cómo la existencia me protege.

Y así mi noche.


Lxs amo. Me amo. 

jueves, 22 de octubre de 2015

La historia de mi anillo de compromiso

Lo que muchxs esperaban y querían que fuera (o sea) de mi vida ha sido al revés. Casi caigo en la trampa del matrimonio, la monogamia, ser madre, ser condescendiente, complaciente, sumisa y, aunque fue una etapa bonita, viví en pareja, aunque no lo volvería hacer. Son decisiones que pocos entienden y no me importa, pero se agradece cuando alguien lo hace.

En este tenor de quebrar los rituales y tradiciones, está el que más entusiasma a muchas mujeres: recibir el anillo de compromiso. El único que he recibido no fue cuando me iba a casar, tampoco tiene una piedra de valor ridículamente inflado, no hubo mariachi o cena romántica, sino que lo recibí de la mejor persona, manera y circunstancia que me pudo dar la existencia.

Él estaba a punto de regresar a Colombia después de venir a México. Estábamos en la casa de una tía y no recuerdo qué suscitó que él tomara un anillo de plata que yo solía utilizar desde ese entonces y, como quien promete ante el altar, me preguntó si juraba serme fiel a mí misma, auténtica en lo próspero y en lo adverso, cuidarme en la salud y en la enfermedad, sin dioses, sin hombres, sin madre, padre o sociedad de por medio.

Nunca nadie me había propuesto aquello de manera tan explícita y lo atesoro como una de las mejores experiencias de mi vida.  

Seamos sinceros, cuando somos auténticxs y elegimos compartir la vida con otrx que también lo es, es asumir también que nuestros caminos no serán los mismos siempre, pero lo esencial está ahí: amar al árbol, no solo al fruto.

Cumplo el compromiso no porque se lo prometí a él, juré para mí porque me amo; eso lo tiene muy claro y lo mejor es que no hace pataletas por eso. Sabe que lo amo por quien es, porque admiro su esencia y su proceso a través de estos años. Es así, contemplativo, no deseo arrancar ni un fruto de él si es que no quiere darme uno por su cuenta. Si es otoño o invierno con él, no me parece menos hermoso, porque sé que la vida del árbol no está en su follaje, sino en el ciclo que lleva año con año y que la vida fluye desde la raíz hasta la punta de las ramas.

Y lo valoro porque me ha enseñado que el amor eso: contemplar, admirar y cuidar de un árbol sin modificar su crecimiento.

Años de conocernos, años de elegir compartir de manera consciente y respetándonos profundamente.

No fueron palabras que se las llevó el viento, todo esto han sido hechos que me recuerdan que el amor se construye respetando la integridad.


Gracias por existir. 



lunes, 19 de octubre de 2015

La pior - Daily news: placeres culposos.

Es de madrugada, tengo hambre, escucho música y siento que voy a extrañar el reallity show Master Chef México. Eso me remitió a los placeres culposos de la vida: una hamburguesa de Burgen King, una canción de banda y un programa de TV Azteca; pero hay otros más peligrosos y justo ayer le contaba a un amigo unos de mis peores gustos desde que tengo memoria: la tristeza y el berrinche.

Ilustración: Franz von Bayros
Duré una semana con un pinche enojo que no me dejaba en paz: me despertaba enojada, comía enojada, le pagaba a la señora del pan enojada y hasta me desquité con un ex. Yo pensé que el maldito heteropatriarcado era lo que me tenía mal y ya me estaba armando con dinamita para hacer explotar a todx ser que pretendiera colonizara mi cuerpo. Pero… ¡aja já! ¡qué maravilloso es el berrinche que hasta uno mismx se cree lo que se inventa! La verdad es que estaba tan enojada de que no me salieran tan bien las cosas que quería ser víctima para que los demás me sacaran de apuros.

Bueno, pues ya saben que esto no puede tener final feliz. Yo me canso, los demás se cansan y ahí siguen los problemas.

Ahora, sobre la tristeza, no sé, es una fijación extraña y que disfruto. No solo la comida se disfruta agridulce, pero ¡carajo! dice el budismo, el sufismo, el/la psicólogx y el eneagrama que no está bien. ¿Cómo desaprendo algo que tengo desde que recuerdo? Desde niña disfruto hacerme de historias tristes en mi mente, es como si fuera ya un condimento en mi vida.

Así como la nostalgia puede ser materia prima para las creaciones, también es terrible cuando constantemente siento que algo me hace falta en la vida. Algo que siempre está detrás de una nube que no logro atravesar. No quiero vivir siempre en el anhelo. ¡Bendita y maldita paradoja de la dulce tristeza!

Ya me dio más hambre por pensar en estas cosas.