jueves, 14 de enero de 2016

Cañaveral de poli-pasiones: ...y líbranos del poliamor ortodoxo. Amén.

¿Qué es lo que valoro del poliamor en este momento de mi vida? Les aseguro que no es lo mismo que al inicio.

La idea del placer de mantener relaciones simultáneas sin culpa y sabiendo que hay más gente que no nos juzgarán es una bonita promesa. Creo que inicialmente es fabuloso librarse de la culpa y encontrar a personas afines.

Después de un tiempo noté que me sentía en la superficialidad de algo. En entradas anteriores les he compartido este proceso de resignificar mis relaciones, de preguntarme para qué me relaciono, desde dónde, cuáles eran mis motivaciones y lo que creía que era el poliamor; pero ahora ¿qué chingados es el poliamor para una sujeta que no le interesa buscar relaciones simultáneas?

No digo que no es maravilloso, sino que ahora lo veo como una posibilidad real al asumirme poliamorosa, no como una obligación o decreto de que así tiene que ser siempre. Disfruto de igual manera que mi tiempo y energía me rindan al no tener pareja(s) así como de emplearlos para compartir mis afectos, y eso de demostrarle al mundo que soy diferente, libre y disidente por ser poliamorosa me da una flojera cada vez mayor. O para resumir, cada vez me defino menos personal y públicamente como poliamorosa.

No porque no sea importante en mi vida, no porque no me siga identificando en gran medida, no porque no me interese invitar a la reflexión de que otras vidas amorosas son posibles.

Pero tal vez es solo eso: otras posibilidades de amar son posibles y como tal no tienen por qué ser poliamorosas al estilo de los resultados de Google.

Este camino me ha dejado o, mejor dicho, me ha quitado el peso de que sean las expectativas las que controlen mis relaciones (mínimo a mí), de poner en manos ajenas la resolución de mis conflictos, de creer que existe una manera idónea de tener relaciones plenas y que todos debemos uniformarnos a ella,  de ser un pozo sin fondo que no será llenado jamás por más placeres que me eche, de utilizar y ser utilizada para evadir conflictos y del dolor de la desolación.

Amar se convierte cada vez más en un ejercicio de contemplación sin la exigencia de que me complazcan, del profundo respeto de quienes somos. No significa que soporto las violencias, es todo lo contrario: si no dependo de una relación en la que el amor y el respeto son mutuos, mucho menos de una en donde violentarse unx al otrx es el pan de cada día.

He aprendido que no hay obligación de proveer. Los roles de “ser pareja” parece que se vuelven inamovibles y que si no envío un mensaje de “buenos días, te amo” la única explicación es porque no amo ni me importa lo suficiente. Me consta que ocurre en la monogamia, poliamor, relaciones abiertas y en donde usted se le ocurra, y me consta porque yo creía que el amor era ceremonioso.

En mi caso la sensación liberadora de que nadie me esperara al llegar a casa fue más sorprendente que la de regresar sabiendo que la calidez de la pareja con quien vivía me esperaba con un cariñoso “¿cómo te fue en el día?”; finalmente ¿a quién le enseñaron que no rendirle cuentas a nadie y hacer la vida menos burocrática es síntoma de una buena vida? No recuerdo ni siquiera que alguien me lo platicara como anécdota chistosa, porque la promesa de la felicidad es que alguien ansíe nuestra llegada. Quien ansía ser necesitados somos nosotrxs, pero ¿no que el rollo de no depender es un discurso muy poliamoroso?

Por supuesto que disfruto y es maravilloso saber que hay personas que me aman, que me respetan, que me preguntan “¿cómo te fue?” o que deseen prepararme la cena, pero la cuestión es que no jerarquizo soledad y relaciones, creo que ambas son elecciones y a la vez situaciones inevitables que es mejor realizar de manera consciente y sin sufrimiento.

Así, lo que equiparó el maravilloso “nadie me espera en casa” es  el “sin obligación nos esperamos y recibimos con amor,  a la par estamos bien en nuestra ausencia porque no necesitamos vivir juntxs. Nos sabemos en nuestras vidas y eso es lo más valioso”.

Tal vez puedo resumir todo este choro a que se ha vuelto importante estar aprendiendo a liberar a lxs demás de mis exigencias y al revés, proceso que no habría sido posible sin el poliamor. No solo el/la monógamx le arranca las plumas a las alas de su pareja, nosotrxs como poliamorosxs también podemos ser expertxs en eso, porque en cualquier tipo de relación la posibilidad de perder y quedarnos de nuevo como el/la niñx abandonadxs y rechazadxs es inminente.

Por eso digo que el tener relaciones simultáneas deja de ser una exigencia al asumirme poliamorosa, pues finalmente se vuelve en solo una posibilidad al reconocer que yo y quienes amo tenemos nuestras propias historias en la que las relaciones erótico-afectivas son solo un capítulo. 

Así, el poliamor es más un camino que elijo para vivir ciertos aspectos de mi vida y menos una característica global de personalidad que me lleva a cubrir las vacantes de mi vida amorosa porque solo tengo una pareja.  


domingo, 10 de enero de 2016

El viaje de regreso al lugar que solo yo conozco

No sabía que esa decisión se convertiría en decreto, en un estado del corazón.

“Me voy de viaje” dije un día de hace 3 años a cierta hora que no recuerdo, pero hasta la fecha no he vuelto. Ese regalo que me di fue para encontrar muchos otros.

El primero, que aún permanece en mi cuello, fue un dije de joyería barroca tradicional de Guanajuato con un parajito incrustado que hace poco más de un año voló. Me dio tristeza perderlo, pero me di cuenta que al volar hizo honor a la decisión de no permanecer por complacer. Conservo el resto porque me parece hermoso recordar el punto de partida.

En las paredes de los callejones se leía mi historia. Descubrí la dicha de sentirme en casa con cada paso que daba. Descubrí el terror de sumergirme en lo que evité siempre y ahora agradezco que no me haya dado otra opción más que dejar que la oscuridad de mis adentros me iluminara. Dejé que cada rincón  fuera ese lugar al que me decían que no debía explorar. Sentí por primera vez lo que era planear y hacer a mi ritmo, sin culpa, decidiendo en ese instante que se volvería en mi nuevo paradigma de vida.

Me fui para honrar a la buscadora, a la que sabe que hay un mundo invisible que se mira desde adentro.

Me fui para regresar a ese lugar que solo yo conozco y creí perder.