domingo, 10 de enero de 2016

El viaje de regreso al lugar que solo yo conozco

No sabía que esa decisión se convertiría en decreto, en un estado del corazón.

“Me voy de viaje” dije un día de hace 3 años a cierta hora que no recuerdo, pero hasta la fecha no he vuelto. Ese regalo que me di fue para encontrar muchos otros.

El primero, que aún permanece en mi cuello, fue un dije de joyería barroca tradicional de Guanajuato con un parajito incrustado que hace poco más de un año voló. Me dio tristeza perderlo, pero me di cuenta que al volar hizo honor a la decisión de no permanecer por complacer. Conservo el resto porque me parece hermoso recordar el punto de partida.

En las paredes de los callejones se leía mi historia. Descubrí la dicha de sentirme en casa con cada paso que daba. Descubrí el terror de sumergirme en lo que evité siempre y ahora agradezco que no me haya dado otra opción más que dejar que la oscuridad de mis adentros me iluminara. Dejé que cada rincón  fuera ese lugar al que me decían que no debía explorar. Sentí por primera vez lo que era planear y hacer a mi ritmo, sin culpa, decidiendo en ese instante que se volvería en mi nuevo paradigma de vida.

Me fui para honrar a la buscadora, a la que sabe que hay un mundo invisible que se mira desde adentro.

Me fui para regresar a ese lugar que solo yo conozco y creí perder. 




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