lunes, 28 de diciembre de 2015

El descubrimiento del año

La epifanía del año: acostarme teniendo claro que no tengo motivos para sufrir y sentir que la vida no tenía sentido. O dicho de otro modo, darme cuenta que necesitaba del conflicto para sentirme viva.

Ya sabe, lector, los truquillos que unx aprende de niñx para sobrevivir: victimizarse para obtener la atención de lxs demás.

Pero ya no funciona. He simplificado mi vida para solo ocuparme de las situaciones presentes y el pasado se está quedando en su lugar, cada vez cargo menos de él. Así que me estoy obligando a dejar de patalear como niña y, así, no me quede otra opción más que utilizar mis auténticos recursos sin la necesidad de la reafirmación externa.

Es una tranquilidad que no conocía y aun me desconcierta. Era como si viviera buscando tempestades para demostrar que era una navegante-heroína y que a falta de ellas me revolcara en cualquier ola. Pero ese personaje ya estaba cansado de tener las tempestades dentro.

“Lo que buscas te está buscando”, dice el hombre Homa. La tranquilidad me ha encontrando antes de que yo supiera exactamente qué hacer con ella. “Confía y actúa”, dice. Aun no sé exactamente cómo es vivir sin la máscara de la víctima de la circunstancia, porque se me desbarata entre las manos y me siento vulnerable, lo cual es perfecto.

No hablo tampoco de esa actitud pendeja de sonreír pese a todo, solo digo que necesito dejar de encontrar el “pero” a mi vida pese a todo: pero no sé, pero no puedo, pero soy insuficiente, pero la culpa es del otrx, pero la culpa es de mis padres, pero yo soy la que más sufro… ¡oh, tengan consideración!

Esa imagen se va junto con las tempestades imaginarias. Se disipa como las nubes. Ya no seré mi mayor lastre.

Ella me espera.



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