¿Qué es lo que valoro del poliamor en este momento de mi
vida? Les aseguro que no es lo mismo que al inicio.
La idea del placer de mantener relaciones simultáneas sin
culpa y sabiendo que hay más gente que no nos juzgarán es una bonita promesa. Creo
que inicialmente es fabuloso librarse de la culpa y encontrar a personas afines.
Después de un tiempo noté que me sentía en la superficialidad
de algo. En entradas anteriores les he compartido este proceso de resignificar
mis relaciones, de preguntarme para qué me relaciono, desde dónde, cuáles eran
mis motivaciones y lo que creía que era el poliamor; pero ahora ¿qué chingados
es el poliamor para una sujeta que no le interesa buscar relaciones
simultáneas?
No digo que no es maravilloso, sino que ahora lo veo como
una posibilidad real al asumirme poliamorosa, no como una obligación o decreto
de que así tiene que ser siempre. Disfruto de igual manera que mi tiempo y
energía me rindan al no tener pareja(s) así como de emplearlos para compartir
mis afectos, y eso de demostrarle al mundo que soy diferente, libre y disidente
por ser poliamorosa me da una flojera cada vez mayor. O para resumir, cada vez
me defino menos personal y públicamente como poliamorosa.
No porque no sea importante en mi vida, no porque no me siga
identificando en gran medida, no porque no me interese invitar a la reflexión
de que otras vidas amorosas son posibles.
Pero tal vez es solo eso: otras posibilidades de amar son
posibles y como tal no tienen por qué ser poliamorosas al estilo de los resultados
de Google.
Este camino me ha dejado o, mejor dicho, me ha quitado el
peso de que sean las expectativas las que controlen mis relaciones (mínimo a
mí), de poner en manos ajenas la resolución de mis conflictos, de creer que
existe una manera idónea de tener relaciones plenas y que todos debemos
uniformarnos a ella, de ser un pozo sin
fondo que no será llenado jamás por más placeres que me eche, de utilizar y ser
utilizada para evadir conflictos y del dolor de la desolación.
Amar se convierte cada vez más en un ejercicio de
contemplación sin la exigencia de que me complazcan, del profundo respeto de quienes somos. No significa que soporto las violencias, es todo lo contrario: si no dependo de una relación en la que el
amor y el respeto son mutuos, mucho menos de una en donde violentarse unx al otrx
es el pan de cada día.
He aprendido que no hay obligación de proveer. Los roles de “ser
pareja” parece que se vuelven inamovibles y que si no envío un mensaje de “buenos
días, te amo” la única explicación es porque no amo ni me importa lo
suficiente. Me consta que ocurre en la monogamia, poliamor, relaciones abiertas
y en donde usted se le ocurra, y me consta porque yo creía que el amor era ceremonioso.
En mi caso la sensación liberadora de que nadie me esperara al llegar a casa fue
más sorprendente que la de regresar sabiendo que la calidez de la
pareja con quien vivía me esperaba con un cariñoso “¿cómo te fue en el día?”; finalmente
¿a quién le enseñaron que no rendirle cuentas a nadie y hacer la vida menos
burocrática es síntoma de una buena vida? No recuerdo ni siquiera que alguien
me lo platicara como anécdota chistosa, porque la promesa de la felicidad es
que alguien ansíe nuestra llegada. Quien ansía ser necesitados somos nosotrxs,
pero ¿no que el rollo de no depender es un discurso muy poliamoroso?
Por supuesto que disfruto y es maravilloso saber que hay personas
que me aman, que me respetan, que me preguntan “¿cómo te fue?” o que deseen
prepararme la cena, pero la cuestión es que no jerarquizo soledad y relaciones,
creo que ambas son elecciones y a la vez situaciones inevitables que es mejor
realizar de manera consciente y sin sufrimiento.
Así, lo que equiparó el maravilloso “nadie me espera en casa”
es el “sin obligación nos esperamos y
recibimos con amor, a la par estamos
bien en nuestra ausencia porque no necesitamos vivir juntxs. Nos sabemos en
nuestras vidas y eso es lo más valioso”.
Tal vez puedo resumir todo este choro a que se ha vuelto
importante estar aprendiendo a liberar a lxs demás de mis exigencias y al revés,
proceso que no habría sido posible sin el poliamor. No solo el/la monógamx le
arranca las plumas a las alas de su pareja, nosotrxs como poliamorosxs también
podemos ser expertxs en eso, porque en cualquier tipo de relación la
posibilidad de perder y quedarnos de nuevo como el/la niñx abandonadxs y
rechazadxs es inminente.
Por eso digo que el tener relaciones simultáneas deja de ser
una exigencia al asumirme poliamorosa, pues finalmente se vuelve en solo una posibilidad al reconocer que yo y quienes amo tenemos nuestras propias historias en la que las relaciones erótico-afectivas son solo un capítulo.
Así, el poliamor es más un camino que elijo para vivir ciertos aspectos de mi vida y
menos una característica global de personalidad que me lleva a cubrir las vacantes de mi vida amorosa porque solo tengo una pareja.
y mi cabeza dando vueltas... gracias
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