Estaba en un callejón sin salida y tuve que tomar la difícil decisión de regresar por donde había llegado. A veces las personas somos estúpidas y olvidamos el camino de vuelta, pero miré detrás de tus hombros y por fin lo hice: me rendí frente a tu cara y te dije lo estúpida que era.
Sentí vergüenza al arrastrar la palabra. Cerré los ojos como esperando lo peor y después de unos segundos descubrí que el cielo no se había caído, que ser estúpida no es tan malo como la mayoría dice y que podía ver ya la salida.
Estábamos dos estúpidos de frente. Tú con tu estúpida indiferencia y yo feliz de mi estupidez. Ya no eras tan grande como parecías, te bajé del ladrillo del que te coloqué.
Ahora tu estupidez se ve mas grande y mi flojera crece como enredadera en las paredes de esta casa.
Trae a los animales que quieras, no me importa su color ¡el que quieras! No son más que apologías a la tu estúpida distorsión de la realidad y de ti mismo.
Pero detrás de la estupidez que te confesé se escondía una loba que ahora habita y no teme mostrar sus amputaciones, que sabe que esos animales son seres inanimados para vengarte de la realidad que has creado.
Hoy hicieron muchos ruidos estúpidos y yo no me tapé los oídos, pero fue una estupidez taparle el hocico a la loba para que no aullara en tu presencia, y aun así tuviste la ocurrencia de matar con un poquito de estupideces por aquí y otras más por allá la atención que temiste perder. Perfecto, soy estúpida para algunas cosas, pero no espero estupideces en ningún puerto. No le pertenezco a ningún mar y menos a uno tan estúpido.
Ahora parece que ya están más tranquilos tus animales y mientras yo me dejo llevar por las ondas de sus sonidos para que me expulsen de tu vista. Recuerda que las ondas se expanden y llegan cada vez más lejos... lejos de tu estupidez y cerca de la mía.
Estoy cansada. Ya no tengo ánimos de ti. Tu estupidez y la mía me han liberado.
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